“Que tomate más feo”, me dijo un día un amigo, cuando iba a prepararle una ensalada. Al momento pensé, “¿Feo? Tu si que eres feo”; pero me contuve, maldad aparte, porque sabía que nunca había visto otros tomates que no fueran los típicos que hay en los supermercados.
Esta anécdota prueba el escaso conocimiento que tenemos en torno a la gran variedad hortofrutícola de la que disponemos. De hecho, sólo en la sierra de Cádiz los hortelanos identifican ¡más de 33 variedades de tomates!.Lo repito: 33 clases distintas de tomates. Juan José Soriano investigador del IFAPA( Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria y de la Producción Ecológica) estima que solo en Andalucía “se podría situar la riqueza del patrimonio genético hortícola (…) en torno a las 5.500 variedades diferentes”, de esta diversidad, 3.200 estarían en elevado riesgo de perderse irremisiblemente en breve, si no se han perdido ya, tal como señaló en el aríiculo: Los recursos genéticos entre la soberanía alimentaria y la interdependencia global http://www.iaph.es/export/sites/default/galerias/publicaciones/documentos/CapituloRuralidad.pdf .
El tomate cuya belleza y valor no supo reconcer mi amigo procedía de una finca agroecológica gestionada por Clara y Lola, quienes ya estaban de vuelta, como diría el otro, de los procesos de agroindustrialización que han moldeando el entramado agrario en los últimos años. Hablar con ellas es repasar en una conversación los cambios que ha vivido el agroecosistema en el que habitamos, del paso de la Revolución Verde a la Revolución Orgánica que aún no acaba de llegar.
Clara y Lola son de conversación sosegada, agradable. Practican el arte de cuestionar cuanto se dice y de no permitir verdades absolutas, en donde la duda siempre sobrevuela. Eso no quiere decir que no tengan convicciones,. pues tienen muy claro que las semillas son pilares básicos de la alimentación. Son esa cápsulas de información que van a condicionar ese futuro que brota.